Desde nuestra perspectiva integradora, creemos firmemente en un principio respaldado por la investigación: la psicoterapia no puede existir sin la construcción de una relación interpersonal sólida entre el paciente y el terapeuta (Corbella y Botella, 2003).
Sabemos que esta relación es uno de los factores comunes más influyentes en el proceso terapéutico, pero también entendemos que no debemos confundir la terapia con una relación personal entre el paciente y el terapeuta. Es crucial mantener una estructura terapéutica definida. Aunque la psicoterapia se basa en una relación, esta relación está mediada por una estructura predeterminada. No es una relación natural; es inherentemente desigual y guiada por una regla inquebrantable: el cuidado es unidireccional. El terapeuta no busca recibir ni beneficiarse personalmente de esta relación.

En los últimos años, la aplicación de la teoría del apego a la psicoterapia ha establecido un vínculo entre la relación con las figuras de apego primarias y la interacción entre terapeuta y paciente. La terapia se convierte en una suerte de reconstrucción de la base segura del paciente mediante estrategias tanto directas como indirectas.
Sin embargo, esta tarea requiere una base teórica sólida, fundamentada en los principios de la teoría del apego y los procesos psicodinámicos ampliamente estudiados en la psicoterapia.
